Emociones En Equilibrio



Dicen que nadie podría vivir sin ellas, pero tampoco sin saberlas gerenciar.  
Mientras el ánimo es bombardeado diariamente por diversos estímulos, impresiones e ideas, los expertos aseguran que es posible, y necesario, aprender a manejar las emociones para tener una vida mejor

Ira, miedo, sorpresa, alegría, aversión, tristeza... Esos sobresaltos del ánimo difíciles de esconder, van más allá de una expresión dibujada en el rostro. El pulso se acelera, la piel cambia de color, los músculos se tensan, la respiración se agita. "La emoción es una manifestación vinculada a lo afectivo, pero en la que también hay elementos biológicos implicados. Son una especie de shock, tanto para lo agradable como para lo desagradable", explica Tahirí Ramos, psicóloga, especializada en Desarrollo Organizacional, quien insiste en que también están muy relacionadas con la percepción individual y los valores culturales. 



"Lo que es agradable para una persona no necesariamente lo es para otra. Es, por ejemplo, lo que ocurre con quienes se sienten atraídos por los deportes extremos o las montañas rusas en los parques de atracciones". Esas personas experimentan una emoción al realizar estas actividades que es totalmente incomprensible para otras, que seguramente gritarían de miedo y no de alegría con cada sensación de vacío del recorrido. Eso que llaman el shot de adrenalina no les tienta en lo más mínimo. O al menos no si la forma de conseguirlo es desafiar a la gravedad. 

Se dice también que estos fenómenos psicofisiológicos tienen como función ayudar al organismo a adaptarse a aquello que le rodea. De esta forma, el miedo llevaría a la protección, la sorpresa a orientarse frente a una nueva situación, y la alegría conduciría a querer reproducir aquello que genera bienestar. "Son inherentes al ser humano y preparan el terreno para el asentamiento de los sentimientos, tanto positivos como negativos", recalca Ramos, quien indica que es difícil concebir una verdadera vida sin la presencia de emociones. Pero siendo tan esenciales, no parecen ser tan valoradas en un mundo en el que manda la razón y son vistas como nubes que nublan el entendimiento. "No es nada sencillo manejar una emoción. Requiere de mucho aprendizaje", asegura Ramos. Pero cuando se habla de manejo o control de las emociones no se está queriendo decir represión. Todo lo contrario. De hecho, "la emoción negativa más destructiva es la ira contenida", afirma Carlos Pittaluga, psicólogo clínico, neuropsicólogo y profesor del IESA. Son muchos los expertos que coinciden en que tragárselas es nocivo para la salud ­se cree que están vinculadas a enfermedades cardiovasculares, gastrointestinales y hasta cancerígenas­, sin que eso tampoco signifique, claro está, liberarlas sin pensar en las consecuencias. 
Al mando. "La emoción es una respuesta, lo que quiere decir que tiene como antecedente un estímulo", explica Pittaluga. Es precisamente lo que se piense acerca de determinados estímulos lo que de alguna forma condicionará la reacción. Por eso, como ejemplifica el experto, cuando entramos en un cuarto oscuro y percibimos algo enrollado sobre sí mismo, probablemente se produzca un sobresalto porque lo primero que pasa por la mente es que se trata de una serpiente, y no de un cinturón, una manguera o una soga. "Hay dos tipos básicos de control de las emociones, el funcional y el disfuncional. El primero nos ayuda a buscar compensación, armonía, equilibrio. Mientras que el segundo lo que hace es añadir agravantes a la situación", advierte el especialista. 
La clave está en saber cómo tomar esa vía que los profesionales llaman funcional. Por ejemplo, la forma menos aconsejable de manejar una emoción negativa como la ira es embotellarla, lo que no se traduce en desatarla como hacía Hulk, el conocido personaje de los cómics, sino en evitar llegar a sentirse así de "verde". "El control constrictivo es absolutamente contraproducente", recalca Pittaluga, quien subraya la importancia de recordar que las emociones provocan en el organismo cambios fisiológicos, a nivel del sistema nervioso y del sistema endocrino, entre otros, que tienen propiedades acumulativas. "Llega un punto en que ya el cuerpo no puede lidiar con ciertos niveles de energía contenida y sobreviene algún tipo de colapso en la salud", dice el experto. "El organismo se va a expresar por la parte más débil, y allí es cuando aparecen problemas cardiovasculares, la gastritis, alergias, etc, dependiendo de las condiciones de cada quien. Por eso decimos, y con razón, que cuando alguien se enferma muy seguido, tiene las defensas bajas", explica el neuropsicólogo. Normalmente evocamos las emociones negativas como aquellas que hay que saber manejar, pero también las positivas se controlan. Como por ejemplo no pasar de la alegría a la exaltación o a la adicción, con todo lo que ello implica. 
De la teoría a la práctica. Explican los especialistas en los sobresaltos del ánimo, que para manejar exitosamente las emociones se debe trabajar, o bien en los estímulos ­aquello que las dispara­ o bien sobre la respuesta, ya que los estímulos no son siempre predecibles o evitables.

Manejar la emoción a favor desde los estímulos parte, según Pittaluga, de la siguiente premisa: "No hay emoción en ausencia de significado.

Es decir, que si hay una emoción, de cualquier naturaleza que sea, hay un pensamiento que la dispara". Entonces, según el experto, vale la pena detenerse ante las situaciones y preguntarse: ¿qué pienso yo de esto? "En ese momento puedo elegir pensar de una forma que no le 
agrega gravedad a la situación ­lo acepto, procuro hacer algo útil con ello­ o, al contrario, añadirle intensidad; por ejemplo, victimizándose", explica el psicólogo. 



"El gran secreto para tener una vida emocional equilibrada y sana es vigilar los pensamientos", sentencia Pittaluga. Y suena bien, lo difícil es saber cómo lograrlo. "Los pensamientos corren por su propia cuenta, hasta el punto en que llegamos a sorprendernos a nosotros pensando en algo que no nos propusimos", admite el psicólogo, y por eso su recomendación es estar atentos. "Muchas veces los pensamientos tienen consecuencias emocionales, por eso hay que estar vigilantes, para atajar esas ideas recurrentes, y hacernos más conscientes de lo que pensamos y de que ello tiene consecuencias en la forma en que interpretamos la realidad, y por lo tanto a nosotros". 

Otra clave es optar por preocuparse en vez de mortificarse. "Los problemas no hay que negarlos ni ignorarlos, hay que enfrentarlos. Y preocuparse es prepararse para la acción. La gente que se preocupa emplea su energía en tratar de identificar lo que hay que hacer. En cambio, la que se mortifica, usa toda su energía en demostrar por qué no se puede alcanzar el objetivo", explica Pittaluga y da una tercera clave para mantener las emociones en equilibrio: No engancharse. 

"Nadie te ofende, tú te das por ofendido. Cuando alguien dice algo injuriante o es agresivo, tú tomas la decisión: si te das por ofendido, le das un cheque en blanco a esa persona para seguir afectándote. 

Pero también puedes pensar, ¿qué problema tendrá esta persona que la lleva a hacer esto? No conviertes el problema de la persona en un problema personal". 

Teniendo claras algunas de las opciones frente a los estímulos, toca pasar a la otra dimensión del manejo de las emociones. ¿Qué hacer ante una situación que no se puede cambiar? La respuesta del especialista es trabajar en sus consecuencias. ¿Las armas? Prácticas de relajación y respiración, y actividades que produzcan algún tipo de compensación, en las que se libere la energía de manera positiva. "No eliminas el estrés, pero sí puedes reducir sus efectos en ti", indica Pittaluga. Lograr mantener los músculos distendidos y respirar adecuadamente no hará desaparecer el tráfico ni la crisis económica, pero sin duda ayudará a reducir las consecuencias en el cuerpo, que ya es algo, ¿no?