Camila Antonorsi es la primera mujer en el ranking nacional de parapente (Venezuela)

Camila Antonorsi es la primera mujer en el ranking nacional de parapente. Joanna Di Grigoli acaba de lograr un récord al volar 166.8 kilómetros. Las dos mejores parapentistas del país cuentan cómo viven con el ansia de alzar siempre el vuelo 

Las campeonas de los horizontes

A miles de pies de altura, dos venezolanas han conquistado los cielos. Desde el cénit gobiernan las nubes elevadas en susparapentes. Camila Antonorsi es la primera mujer en el ranking nacional y Joanna Di Grigoli acaba de marcar un récord femenino nacional en distancia al lograr 166,8 kilómetros en el aire. Aquí cuentan cómo viven en la tierra con las ansias de querer alzar siempre vuelo

Por los cielos lleva municiones que nadie imagina en su parapente. "Una navaja, dos linternas, sierra para cortar árboles, comida, fósforos y hasta una carpa", cuenta con su verbo agitado la parapentista Camila Antonorsi, quien por sus destrezas en los horizontes, con 7.221 puntos y a sus 30 años, es la primera mujer en el ranking nacional y la campeona americana Copa del Mundo Roldanillo, Colombia 2011. "Una vez, en un aterrizaje, caí en un río cubierto por muchos pinos en el medio de la nada. Cuando miraba para arriba no se veía el cielo", recuerda de esa zozobra que sólo pueden superar las más valientes. Antonorsi sabe que cuando llega a tierra, después de un largo vuelo, tendrá que asumir varias posibles sorpresas: caer en paisajes inhóspitos, esperar largas horas antes de que la rescaten, asumir con entereza la soledad y la desorientación y vencer el miedo de enfrentarse con la nada. ¿Qué fortalezas de temperamento debe tener una parapentista para superar el riesgo y los imprevistos? "Una parapentista debe ser guerrera, se pasa mucho trabajo volando. 

Una vez aterricé en el medio de la selva y pasaron 8 horas hasta que llegaron a buscarme. Lloré todo lo que tenía que llorar".

Desde los azules de los horizontes, Antonorsi sabe que debe tomar resoluciones al vuelo para ser la mejor. "Para montar parapente se tiene que tener mucho temple, pensar en frío y resolver rápido. En ocasiones, si no lo hago bien, me digo: `Estoy fregada’. Muchas veces hay que reaccionar de forma veloz, tener poder de decisión y solucionar en segundos", da señas de sus máximas de campeona. Por algo es una heroína de las nubes. ¿Qué se siente ser la primera mujer en el ranking de parapen- tismo nacional? "Es chévere, es un orgullo. Cuando tienes una buena posición o haces un récord es un logro personal, pero no es lo que más me mueve. Para mí volar con los campeones es más importante, es más divertido porque aprendo de ellos", suelta, ya en tierra y desprendida de alardes. Antonorsi, desde las alturas, gobierna los límites que sólo se pueden ver desde el cénit. "Cuando vuelo y no estoy en competencia siento que me despego de los problemas, del humo y las colas de la ciudad. Es una sensación de libertad y paz demasiado rica. Cuando estoy compitiendo trato de no pensar en otra cosa que no sea la competencia. En esos momentos sólo pienso en ganar". 

"Mi sensación diaria al ver el cielo es querer estar en el aire", cuenta Antonorsi su proclama personal. "Me encanta volar, me hace feliz. Cuando estoy en la tierra, quiero estar en el cielo. 

Pudiese volar todos los días de mi vida, pero a veces no lo hago porque también me gusta extrañar el vuelo". Así, esta odontóloga de profesión, pasa sus días en tierra con las ansias encendidas de estar a miles de pies de altura. "Si tengo una reunión y hace un día bellísimo, pienso: `ojalá llueva’, sólo porque no puedo estar arriba. Me da celos, rabia, envidia porque quiero estar volando", confiesa divertida la mujer que de niña se la pasaba montada en los árboles con los varones. "Soy aventurera". Ella tiene su fórmula para enfrentar al peligro. "Siempre tienes un miedito antes de volar que es sabroso y la sensación de vencerlo es rico. 

Tengo tensión y presión antes de volar porque quiero hacer un buen papel. Eso sí, las veces que he sentido miedo, no despego. 

Si hay mucho viento o está muy turbulento, no vuelo. Para volar debo sentirme segura", aclara con los pies en la tierra. Cuando gobierna los horizontes del planeta se sacude cualquier vértigo. 

"Mientrás estoy arriba no me siento vulnerable y eso que sé que a veces arriesgo más de lo que debería". Llegar a tierra también la puede llevar a aterrizajes que la enfrentan a los asombros de otros. "Una vez aterricé en Turquía frente a un colegio. En esa oportunidad me convertí en la clase del día. Las maestras salieron y todos los niñitos me hacían preguntas". Esas ocasiones la enfrentan con la admiración inesperada de quienes ven a una chica que un día, de repente, llegó desde el cielo. 

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